CUANDO LOS ÁRBOLES SE OLVIDAN DEL OTOÑO
NUEVO LIBRO DEL POETA IVO MALDONADO
(Extraído de la Revista Pluma y Pincel, Agosto 2011)
(Extraído de la Revista Pluma y Pincel, Agosto 2011)
“Escribo de memoria un día domingo/ mientras oigo el canto de una cuchara /aplastada por el viento…”. Así doy inicio a la lectura de este libro sugerente desde su título. Por qué Cuando los árboles se olvidan del otoño, me pregunto, es quizá una forma de recordarnos nuestro ser histórico, nuestro ser telúrico, nuestro ser material.
Ivo Maldonado ha publicado, entre otros libros de poesía “Anamorfosis” (Ediciones Etcétera, 2000); “Pequeña Antología de la Nada” (Antros Ediciones, 2003). En Dramaturgia ha montado: “No es bueno recordar” (2001) y “La Catarsis en el Paraíso"(2003).
Hoy nos convoca su nuevo libro de poesía “Cuando los árboles se olvidan del otoño”, en cuyo discurso literario se encuentra implícito la importancia de la escritura entendida como una manera de ver y expresar la vida. Maldonado nos dice: “Elegí escribir porque mi padre/lloraba cuando no quería hacer las tareas/ y compró un pizarrón transparente/donde me enseñó a dibujar el abecedario/en las alas de una gaviota…”. La poesía, sin duda es un oficio que nos permite enunciar mundos, dilucidar otros que van conformando paisajes interiores más allá de nuestra capacidad de diálogo.
Las palabras, en ocasiones son mundos independientes de nosotros, van construyendo realidades propias, se desprenden de nuestra piel como queriendo replantearnos situaciones de vida más allá de las observaciones que podemos realizar de manera concreta y real. Cuando los árboles se olvidan del otoño, son textos que se van configurando a partir de una búsqueda de mundos más perfectibles, mundos, quizá, más nostálgicos, en donde la capacidad de asombrarnos no sea un adorno en nuestro inconsciente, sino una posibilidad real de relacionarnos con el paisaje urbano y rural de manera más humana, esta construcción hace que el poeta transite y se mueva a partir de realidades opuestas que muchas veces van conformando mundos paralelos. Sociedades en extremo industrializadas en donde no cabe la posibilidad de la reflexión y la crítica.
Más bien vivimos al amparo de sociedades cerradas, crípticas, en donde los grandes ideales cada día son anulados, esto va debilitando todas aquellas ideas que nos hablan de mundos opuestos y de formas emancipadoras que vayan en beneficio de las colectividades. De ahí la importancia de la poesía, porque como nos dice el autor: “A veces un poema parece una invocación/ la bella ausencia del molino hablándole a un jeroglífico”.
Marcuse señala que: ”El lenguaje es despojado de las mediaciones que forman las etapas del proceso de conocimiento y de evaluación cognoscitiva. Los conceptos que encierran los hechos y por tanto los trascienden están perdiendo su auténtica representación lingüística. Sin estas mediaciones, el lenguaje tiende a expresar y auspiciar la inmediata identificación entre razón y hecho, verdad y verdad establecida, esencia y existencia, la cosa y su función.” (Marcuse, 1954:115).
Las situaciones de vida son cada vez más pragmáticas, el lenguaje del conocimiento es confrontado con la utilidad que éste provoque en los sujetos. Maldonado muy bien refleja esta situación a través de su lenguaje poético, cito: “Las máquinas controlan la felicidad/ el remordimiento/ el canto del gallo/ El azar tiene un cuchillo que no podemos ver/ el azar esconde sus huellas en un cuerpo profano/ UN ROBOT NACE PARA DESTRUIR EL SILENCIO”.
Estamos en presencia de sociedades y sujetos unidimensionales, nos dice Marcuse, centrados en verdades efímeras que no se sostienen en el tiempo, porque subsisten sobre la base de falacias que rompen el equilibrio de las cosas. Por ello no existe una distinción entre el ser y el no ser. Todos estos elementos se encuentran presentes en la poesía de Maldonado. Porque entre sus páginas pervive el ser en la ausencia del ser, el árbol es el elemento que interrogamos y que nos interroga sobre las proyecciones pero también las banalidades de la sociedad de hoy.
Cito: “Esta generación se esta perdiendo / entre el clonazepan y las cervezas de litro / Los niños se despiden de sus disfraces/ y recogen regalos camino al polo norte…”.
La poesía, sin duda, es una herramienta pertinente para cuestionarnos la vida, para proyectar nuestro ser social más allá de nuestras individualidades, para humanizar la existencia. Owen decía que el concepto de poesía está tan ligado a la vida que las relaciones del autor con su escritura son sólo visiones que recogen elementos estéticos de su propia existencia. Sin duda hay mucha certeza en ese enunciado, sin embargo la poesía es un elemento capaz de trascender las subjetividades del ser e instalarse en el inconsciente colectivo y desde allí ser una herramienta que nos permita transformar nuestro entorno social, filosofar la existencia, formular preguntas, que nos hagan repensar el mundo.
El poeta nos dice:
“¿Quién se perdió primero: el origen o el mundo?
¿Quién reventó sus oídos: la lluvia o el cansancio?
¿Quién sufre más que este árbol cuando hace frío?”
El mismo Owen, considera que la “función poética es elaborar en metáforas los datos sensoriales o el propio sistema del mundo” (1979). Sin duda, ordenar estos sistemas, a partir de preguntas que van armando una red de significados es el gran aporte de este libro, en sus páginas la poesía se va construyendo como quien pinta un cuadro, porque cuando el poeta enuncia, “¿Quién se perdió primero: el origen o el mundo?”, nos está señalando todas las grandes problemáticas de la existencia a través de una poesía dialogante, visual, interrogante y perspicaz. Cito: “Desatemos el nudo de la casa en el árbol/ sentémonos a la derecha de todo lo que nos persigue…”.
Al leer el título de este libro: Cuando los árboles se olvidan del otoño, me atrevería a hacer una analogía con la frase, cuando los hombres se olvidan de vivir, porque es a partir de este título donde comienzan a aparecer, mediante el discurso literario, testimonios cuyas referencias siempre vuelven al origen y desde allí la escritura es un reencuentro obligado con nosotros mismos, pero también con el otro, sin dejar de ser protagonistas en la construcción de nuestra identidad.
El sistema imperante hace que los sujetos sociales cada vez estén más en soledad, esta sociedad del consumo ha instalado en nosotros un discurso fragmentado, cuyas ideas se encuentran encriptadas en su propio dolor, anquilosadas a los miedos de la existencia, vista como un escenario donde transitan y se mueven los hombres desde su propia individualidad, de ahí la importancia de crear puentes entre el sujeto poético y el sujeto público, entre lo abstracto y lo concreto, entre la belleza y la fealdad, todos estos elementos como una forma de confrontarnos con aquellos tópicos presentes en nuestra humanidad, los sentidos no siempre se relacionan desde un plano lógico, inciden en ellos aquellos agendas históricas que representan, los sujetos están situados en el universo, de ahí que el conocimiento en muchas ocasiones está dirigido en función del cómo logramos insertarnos en un espacio determinado. Bajo este escenario la poesía tiene un discurso propio y desde allí construye una conciencia crítica que le permite luchar en contra de la mercantilización del sistema, especialmente en esta época de crisis del sentido, caracterizada más bien, por el consumo y el dominio de lo mediático, subvalorando la cultura y la expresión de los sujetos. El poeta Maldonado sabe de estas falencias y las proyecta a través de su discurso poético, porque sin poesía no hay sutileza, sin poesía no hay emotividad, sin poesía no hay sentidos en donde pervivan las emociones del ser, porque
“Si tan sólo soplaras mi frente/
“Si tan sólo soplaras mi frente/
yo pediría un deseo”.
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