sábado, 22 de mayo de 2010

“Si Dios existe morirá con nosotros”. Eduardo Gómez Cuadrado


Nacío en Valladolid (España) 1980, ha vivido entre otras ciudades en Burgos, Ceuta o Nápoles, reside actualmente en Madrid. Es Licenciado en Derecho de la Universidad de Valladolid, donde además desarrolló una intensa actividad cultural como director de una de las revistas universitarias más antiguas del campus español: Articulo 20 y como presidente de la asociación que la editaba: Comunicación. Ha Organizado y participado en recitales literarios, conferencias, y diversos movimientos estudiantiles.

Fundó y promovío uno de los recitales más importantes de España “Jóvenes poetas” (Versatil.es) que se celebra en la ciudad de Valladolid.


Selección de Poemas (Ivo Maldonado)

INFANTICIDIO
Yo nací en 1980,
generación divina con marco de transición en déficit.
El golpe de estado,
me pilló durmiendo y al despertar
ya había acabado.
Yo si jugué con los amigos a tirarnos piedras,
y pantalones con rodilleras pegadas a plancha,
rotas también de jugar al fútbol sobre el asfalto del barrio;
y nocilla, y pan y chocolate, y mercromina,
y revistas porno en la basura. Gran tesoro.
Y mi madre gritando en la ventana: ¡Eduardo, sube que se hace tarde!.
Nos encontraba la noche jugando en la calle.
Y jeringuillas en las esquinas.
Yo también estudié con monjas y con curas;
me enseñaron lo suficiente sobre dios, para no creer en él.
Y lápices de colores, y cromos de la liga con Zubi de portero,
y Perico en las chapas, y canicas de "gasolina", y poskitos,
y niñas con coleta y diadema, y naranjito,
y "señorita yo no he sido".
La primera tele que vi era aún en blanco y negro. No daba para más.
Dos canales y nos sobraba uno.
Y contra todo pronóstico fuimos creciendo
en esta España que de pronto fue Europa,
pero daba igual porque el barrio seguía siendo de cemento,
pero la tele tomo color y canales, y la nocilla se llamó nutella
y el fútbol de asfalto se jugaba en la Play.
Y un idiota nostálgico siguió escribiendo,
las mismas bobadas de nuestros padres sobre su niñez.
¿Lo harán nuestros hijos?.

LILITH
Pon otra muesca en tu cama Lilith,
y cierra la puerta cuando salgas.
Borra del espejo tu sonrisa,
y entregarte a la lujuria que predicas.
Yace sobre un cadáver
el suelo que besa a cada uno de tus pasos,
las noches que tapaba estrellas
para que pudieras dormir.
Pon otra muesca en tu cama Lilith,
y mientras caminas, por favor,
finge que lloras, aprieta los puños,
traga saliva, osa sufrir.

Llévate la suela de los zapatos
que me regalaste esa noche
pero déjame tu figura envuelta en la toalla.
Quemaría tus fotos si ardieran.
Pon otra muesca en tu cama Lilith,
recoge los besos que me diste,
aún te pueden servir.
No dejes la puerta del bar abierta,
tal vez entren tipos como yo
y ya estás cansada de poesía,
plena de hombres, harta de vida.
Pon otra muesca en tu cama Lilith

TIEMPOS EXTRAÑOS
¿Qué queda después de la niebla?
La pólvora mojada e inservible
para los exhaustos sentidos.
Una panoplia de despropósitos
desgastados y caducos.
Un erial sembrado de sueños famélicos,
el solar polvoriento y estéril,
futuro camposanto de días quemados.
¿Hasta donde alcanza la visión desde este altozano?
Depende de la posición del sol,
pero mi sombra extiende la penumbra
hasta el horizonte.
Mis pasos ya no siguen a mis huellas,
ni las marcas del camino me orientan.
A gritado ¡Tierra! el vigía,
tierra que será mi sepultura
y de las lágrimas de la noche
brotarán las flores del dolor,
y yacerá allí eternamente
esta vida que espera
los tiempos extraños.

LA MALDICIÓN DE CALÍOPE
El problema de los poetas malditos de verdad,
de los grandes poetas, dijo Kafka,
es que tiende a morirse sin haber escrito una sola línea.
Si bien no es menos cierto, concluyó Diógenes,
que todos mueren en el poema

NOSOTROS
Nosotros que no heredamos la ignorancia
sino el dolor de la lucidez,
que deportamos a la muerte con el fracaso.
Nosotros que no necesitamos luchar para perder
desertores de todas las batallas
nos atrincheramos en los brazos de la Venus.
Nosotros que conocemos la distancia al suelo
que merecemos las piedras con las que tropezamos,
sabemos que el golpe, una vez más, será en la herida.
Nosotros que cercenamos el intuido destino
cerrando con un portazo la inmortal memoria
abriendo a patadas la mentira del olvido.

EL NAUFRAGIO
Empecé a quemar las naves,
a cerrar el silencio con un portazo,
a buscar entre los restos del naufragio
una salida honrosa.

No había escapatoria.

No me convencieron las luces
ni los cantos de sirena,
fue un suicidio, lo admito,
pero yo no apreté el gatillo.

ZYCLON B
Los que rasgaron los muros de Oswiençin

merecen la paz y la venganza.


Nunca tuvo la muerte tanto miedo

como a la sombra de los árboles de Birkenau.


Hoy llora arrepentido hasta el diablo - no así el hombre –

blasfemando contra el cielo y gritando

¿Dónde estaba dios cuando ocurrió?

¿Son ahora más inocentes los gusanos

que habitan sus bocas?


Se retira, avergonzada, la bruma del olvido

que envolvía la montaña de equipajes,

los enseres, las gafas, los zapatos, el pelo…

¿Cómo fue posible tanto dolor?

No, no fue posible…

y sin embargo

fue.


El animal enjauló al hombre

y la bestia que intuimos en cada ser

se reveló más voraz y más cruel

devorando la fe en lo humano,

demostrando lo inútil de lo humano.


Aún quedan restos de piel en sus muros,

y las lágrimas en las siniestras torretas

donde el centinela cerraba los ojos

y apretaba el gatillo rezando.


Cada piedra que recuerdo

tenía un nombre y una mirada

y el rastro de las manos

que se apoyaron contra ellas.


La vida y la muerte

distaban el grosor de los muros

el espacio entre el barrote y el aire

del cañón a la culata de la Luger.


¡Nunca más¡, gritan sus hijos

¡No debió ser!, claman sus muertos.


Pero fue.


La postal en blanco y negro que recuerdo

debería bastar para quemar los tanques

y abrazar la hierba.


Pero no será.

EPITAFIO LÍRICO
No hay poesía
si para escapar de la rutina he de olvidarte.

No hay poesía
si para entender el engranaje que nos aplasta
he de sonreír complaciente.

No hay poesía
si no puedo esquivar el torrente humano
que me empuja cada día en el subsuelo
de esta ciudad de funcionarios irresponsables.

No hay poesía
si no puedo besarte sin parar la maquinaria
de los pensamientos metálicos que cargan
la bomba de relojería que llevo alojada en las entrañas.

No hay poesía
si ahora que he perdido algo
dejo de buscarlo y me entrego sin más
al golpe redentor de alguna madrugada definitiva.

No hay poesía en llorar,
ni en perder, ni en no dormir
ni en arrastrarse por los bares de noche
y por las calles en la mañana.

No hay poesía
cuando no quieres que la haya,
cuando no la encuentras ya silente tras los ojos,
ni agazapada en los suspiros.
No la ves ya en su rincón habitual,
ni en sus tabernas favoritas.

No hay poesía
que te deje de nuevo absorto,
perdida la mirada, ido en un mundo etéreo,
y que te arranque del aburrimiento de estar aburrido.

PROGRESO
La poesía sutil,
fina seda de los verbos,
murió aplastada por el tren de la línea 1.
Subway.
¿Oyes el hit-hat arrítmico de las bolsas del supermercado?

Ya no hay aventura en la palabra;
nadie la ama.

Sólo escucho ya el latir nauseabundo
de lo que quieren llamar progreso:
Tic, tac.
Tuerca, llave,
tuerca, llave.
Tic, tac,
tic, tac.

CONFUSIONISMO
Basta de certezas henchidas de si mismas,
no merecemos el resplandor de lo inmutable.
La inmersión en las estrellas
ha de hacer saltar por los aires lo apolíneo,
su precipitación sublime hacia la nada.
Amamos el orden sin jerarquías,
esa ciencia ilógica que es la vida,
la verdad que empieza en el principio de incertidumbre.
Queremos lo inexplicable como apoyo para mover el mundo,
destilar la duda final, no meridiana,
el exceso de la calma es nuestra sabiduría.
Rozaremos al caer, con nuestras alas de cera derretidas,
el trono que la razón nos negó con incuestionables argumentos
y en el espacio infinito de nuestra duda
levantaremos un gran cero como sumatorio de todo.
No somos dueños de nuestra piel,
ni de los rayos de sol que la acarician
nuestro patrimonio es más modesto
tan sólo la certeza de un mañana que esperamos ansiosos
para recibirlo con desdén.