viernes, 18 de febrero de 2011

Antonio Rioseco Aragón; Los Ángeles (1980)


La derrota del paisaje

Sobrevolando los Andes
se ve la frontera
trazada sobre las rocas
y, hacia el Pacífico,
el recuerdo de un país
distinto a éste.

La consistencia del viento

Desde la taberna alguien contempla
el plumaje blanco de los cisnes
esperando que el tráfico se detenga
para cruzar al espacio que percibe.

Pero se seca oyendo la radio
y la luz no pretende cambiar.

El temblor de las aves se abre
y dispersa la alegría con el vuelo
al abandonar los humedales.

Él los sigue con la vista hasta perderlos.
Vuelve su cabeza y se resigna.
Pide una cerveza.
Será hasta el otro año.

Ya mengua el sitio donde estás

                Las verdaderas canciones de amor  debiesen ser incomprensibles

Herí la fantasía
de caminar entre las piedras
pues no quise compartir el peligro contigo.
Tenía que decírtelo, que los automóviles
pasan muy cerca de la arena y que
ya quisiera regresar.

No todas fueron como tú
pero a veces -es cierto-
me confundes con tu idea de ir al cielo.

Es la brisa del último día de marzo
es el calor de lo poco que nos queda.

Galería desierta

I

En cierto modo
los cuadros que hemos visto
asumen la rigidez del muro
donde yacen clavados.
Pero hay uno que cuelga,
no sé de dónde,
pero cuelga.
No es de la pared sucia
pues no existe tal pared.

El viento se cuela y molesta,
y si en algún momento poco feliz
retiramos lo que queda,
las cosas irán perdiendo coherencia
y se hará más insistente ese viento.

II

En las galerías despobladas
es difícil distinguir
el humo de los cigarrillos
pues nadie los enciende.
Los países van quedando vacíos
y los edificios quisieran huir
a las ciudades que les prometieron.
Pero yo he soñado
que se volverán transparentes
por el solo paso del tiempo.

III

El desierto forma parte
de las construcciones,
se hunde entremedio de los muros.
Y aunque los perros crean adelantarse al temblor,
ladrarán cuando todo esté
en el suelo, cuando hasta nosotros
seamos algo similar a esa arena
que se mueve con el viento
por la ladera erosionada.

Realidad secreta

Dijeron
que hasta tres
pero no todos
sabíamos contar.
Desaparecimos
de la fotografía
y nuestros fragmentos
se hicieron
parte del paisaje.

Pero de los muros
descascarados
se desprendieron la cal
y los sollozos ocultos:

como que a
Herminda
la golpeaban
o que a María
le escupían el cabello.

Cuando
pasan por acá
me doy cuenta
de que no han muerto
y que yo tampoco he muerto.

Y reímos
con la tarde atrapada
en la botella
sabiendo
que olvidaremos
por un rato
nuestra incapacidad
de ser felices.

Esta mañana (alt. take 2)

Esta mañana ha despejado y el sol golpetea la ventana, como el amigo que lanza piedrecillas para anunciar una visita a deshoras. El techo alto y las paredes de madera le dan la acústica precisa a Coltrane, que sigue tocando mientras el ángulo de la luz abandona tu almohada; nada invita a levantarte.
La resaca es leve. Con los años has aprendido a manejarla, pues sabes que tienes que beber a diario sin perder el empleo. Pero hoy es domingo, ha despejado en la bahía y John y los muchachos se quedarán a almorzar.
A veces, en días como estos, alcanzas a sentir como si estuvieras fuera del tiempo, cuando la música suena y miras desde la ventana algún falucho extraviado alejarse del muelle.
Con los primeros compases de “Afro-Blue” aparecen también algunos recuerdos, pequeños coros de una pérdida mayor, en una canción que se improvisa también en la memoria. Pero ha despejado y no hay excusas para que el mal tiempo te derribe. Todavía el mar no destruye su propia orilla.

Mi madre

Una mujer que tuvo cinco hijos
no tiene nada que temer
y aunque se veía pequeña
entrando al control de la policía civil
supo volar hasta Francia y volver
para contar no muchas cosas
porque cuando se vuelve de Europa
sólo basta decir que había mal olor
y con lo que se paga por un cigarrillo
vale la pena dejar de fumar.

Lejos del Sena

a la memoria de Paul Celan

No veo mi reflejo desde el puente Mirabeau.
La primavera es débil
a veces un hombre no se entera
de que es mojado por la lluvia
o tal vez no haya nadie que lo note.

Existen imágenes
que parecen esculpidas en el tiempo
superficies donde emplear rigurosamente el tacto
antes que se dicte sentencia
y las palabras heridas
sepulten el testimonio.

Previo a esto sería perceptible el reflejo
y, con ello, la posibilidad de acercarse
al umbral de la poca decencia
que nos va quedando.
Hasta que el río, finalmente,
se convierta en nuestro abrevadero.

Apuntes de viaje

Dimos la vuelta al día
juntando dos amaneceres
embriagados
con la garganta rota
asiéndonos de la brisa
en un último reclamo.

El viaje tenía lugar
en otro contexto
a la sombra mezquina
de alguna señal en el camino.

Divisamos el telón
abriéndose en un paraje seco,
mientras caravanas enfermas
seguían la pista de un hombre milagroso.

Para nosotros
todo parecía distinto.

Final

Suena hostil pero quisiera
un desplome de aeroplanos
sobre las casas vecinas.

Y que me alcance el desierto
en mi propio cuarto.

Que no tenga que partir a otro planeta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario