domingo, 3 de abril de 2011
Pequeña selección; "La canción de Urías" de Bernardo González
La canción de Urías
Aquí con la condena
de quedar otra vez
temblando en el camino
Atrapasueños
para volver a creer
en los membrillos
en las ciruelas
en las matas de papa
de una huerta de Chonchi
Aquí hojeando un libro
con los zapatos rotos
con las llaves perdidas
- recuerdas que siempre
se me perdía algo? -
Esta noche se fueron
las últimas palabras
Atrapasueños
para silbar un aire
creyendo que aún me espera
la luna en el zanjón
El secreto que no queríamos oír
a Víktor Frankl
Sentado al amparo de una mata de matico
al fondo del patio, meditando en lo que no tengo
y tengo, oigo como caen duraznos desde el cielo
Es mi padre, me digo, que me envía mensajes
de unas ramas tan altas como un avión a Suomi
donde se van -lejísimo- las niñas de mis ojos:
Hijo mío, descansa; que tu dolor un día
te hará ver en las nieblas una luz y otra luz…
Más no puedo decirte; salvo que estoy mirándote
Devastado, esta noche me acunan las estrellas
mientras zumban y zumban los frutos en el aire
así pasen los años en el huerto de atrás
Tal vez, un lento grillo me confirme el secreto
Pensativo me hundo en detalles tan nimios
que vuelven a asombrarme con extraño matiz
La nieta de Ukki
a Mandy
Cuando la nieta de Ukki emprendió viaje
de retorno al Kalevala, echó en su mochila
las flores del sendero entre su casa y la mía
azulillos, dientes de león, dedales de oro
echó un columpio colgado del palto
dos muñecas de trapo, un gato tuerto
echó un paseo a caballo al Valle del Venado
la cola de un zorro entre las zarzamoras
una playa donde ahora la suelo buscar
entre las docas, entre las gaviotas
Cuando la nieta de Ukki me dijo adiós
sus ojitos se quedaron dentro de mis ojos
como crías de chercán echadas en el nido
como ciruelas en su balde, como mariposa
entre los pétalos de la astromelia o abeja
empozada en el panal, en la miel; castillos
de arena echó, un terremoto, un cintillo
morado, la parrilla de mi bicicleta
una carpa donde dormíamos en Chiloé
toninas brincado entre las olas, estrellas
fugaces que caían al patio de mi casa
Cuando se fue mi pequeña nació de repente
un largo deseo de escuchar a Sibelius
el canto de los gallos, la campana
de la parroquia de mi barrio, los ladridos
del Colchón, el viento entre las hojas
del sauce del parque donde se subía
persiguiendo una rama para hacer piruetas
volteretas, escaladas de araña trepadora…
Esta noche tendido en un bosque de coigües
escucho su risa de agua en todos los tricahues
Mañana va a nevar
Ahora que se inicia el camino
de regreso, un lento renguear
ahora que hemos tocado el cielo
y las alas heridas claman
por el reposo; ahora, sólo
ahora, hay que aprender
a callar, a soñar, a vocear
con las llagas abiertas
a orillas de una pirca
La soledad traerá siempre
lo que necesitamos: una
estrella fugaz, un largo
sismo, el murmullo del agua
que baja hacia los valles
hambre, frío, inmensidad
Ahí seremos otro; el que
estaba esperando detrás
de los reflejos, sollozar
morder la hora sin nada
a qué arrimarse. Acaso
cruzando el portezuelo
me de por recordar, mas
lo único cierto será entonces
unas marcas, una huella
y andar y andar y andar
Nada peor podría sucederme
nada peor me podría pasar
que quedarme tirado en las
cenizas raspando un pan
El viento se lleva las palabras
la luz se mete en el morral
aparece una sombra, un
cóndor pasa, muge la vega
los arrieros silban: mañana
va a nevar. Hay que aprender a
morir en el camino que nos lleva
y nos trae de vuelta al viejo lar
a la calma del gesto, a los
rescoldos, a un mate, a una
churrasca, a los granizos
que caen y caen sobre el huerto
sobre las herramientas, sobre
una mata de cedrón. Así como
se va el humo de la leña
el aroma del rosal, la voz
del aire y la pluma del nido
se esfuma esta tarde otra
costumbre bajando el robledal
Urías se despide de su amada
Herido entre las piedras, un buitre carroñero
merodeando, al acecho, olfatea la sangre:
Adiós, Bestsabé mía, hija de mis quebrantos
aquí tendido me voy a otra luz, a otro canto
que en tu vientre se aloje la sabiduría; siente
que no crié rencor, mas sueña que te contemplo
bañándote en mis aguas, pececito de nácar
No pude regar mi huerta ni apacentar majadas
mi cítara la echaron al fuego, mis sandalias
se empolvan debajo de la higuera… Hermana
algún día entrarás al reino como el aire
sin vestido ni joyas, alma de los primores
serás pura, inocente, gorjeo entre las ramas
y una sonrisa leve será la madrugada
Las estrellas sabrán indicarte el camino
te dejo en la memoria luciérnagas y lirios
por si un día te pierdes entre las baratijas
Dile a mi buena gente, a los amigos nobles
me dejen en la tierra como un terrón partido
saldrán de mis sales hierbas, correhuelas
chamicos; tú conoces mis mañas de ser
querendón del pobre cardo seco en la yesca
de la rosa azucena donde sople el encanto
No llores, porque entro a una edad sin tiempo
donde todos llegamos más temprano que tarde…
El rey andará ansioso añorando un poema
vagará por los valles detrás de una respuesta
que sólo encontrará cuando sea ceniza
Adiós, Betsabé mía, hija de mis quebrantos
El moribundo cierra los ojos lentamente
mientras un buitre alza su vuelo de rapiña
Ya, supongamos que cayó la nieve…
Ya, supongamos que cayó la nieve
y quedamos por ahí diseminados
girando y girando
igual que la luz en torno de la sombra:
lentos volvemos a salir del charco
- y vuelta y vuelta
planetas y estrellas -
del renacuajo hasta el primer orgasmo
cabalgaremos en la melodía
Entonces, junten ganas
traigan leña/ traigan leña
tomen agua en hojita de lingue
acaso la pájara empolle otro misterio
Ya, supongamos que pasó la era
y ahora estamos sesteando en el zanjón
arrimando los huesos a las piedras
como lagartijas
como la huella oculta en la maleza
mañana, qué le vamos a decir al viento?
Por favor, miremos los carbones
pueden servir para entibiar el sol
Urías deja de respirar
Entonces, del zanjón ascendió una torcaza
algo así como un reflejo en la copa de los árboles
del sol que se perdía detrás del horizonte:
Ahora iré tañendo mis cuerdas empolvadas
donde quieran llevarme los vientos de la tarde
Betsabé es otra herida que acaso iré olvidando
para encontrar minucias, gestos que había dejado
guardados en el fondo de la memoria; ahora
iré al pueblo más calmo, transparente, invisible
tanteando con la luz cosas abandonadas
cuando todos estén con sus afanes ruines
entre armas, calderos, azadas y amoríos:
veré al rey pensativo con úlceras, con llagas
intentando calmar su neuralgia con baños
de sal en las terrazas, mientras las plagas
entran sin asco a los graneros, a las melgas
del bajo, a los panales llenos, al puquio
donde abrevan los ganados. Ahora, cuando cruza
mi espíritu los postigos silbando viejos aires
de canciones rituales, veo mis herramientas
apoyadas a un muro, veo mi manta rala
a los pies de una cuna, veo mi cantarito
trizado en un mesa lleno de las semillas
que dejé en aventa, veo más allá la sombra
de mi mulo amarrado, la higuera, el pozo
la huella que se pierde bordeando una pirca
veo trapitos blancos colgados de las ramas
humo sobre los techos, aves en los corrales
pero, la casa sola esperando otra ausencia
los trastos empolvados, las azucenas mustias…
Luego remonto vuelo, atravieso los valles
y me hundo en las nubes por donde había venido
susurrando el misterio de los resucitados
Un blanco resplandor ilumina los cielos
que atisban en la noche los que saben la historia
Las abejas cuando pican
al Monje
Ahora, empezar a morir
esa bella manera de ir quedándose
adentro de las cosas
poco a poco, a la manera
de las abejas cuando pican
desfallecen y se alejan
del avellano en flor
Hemos de saber que
aunque la vieja nieve caiga
sobre los atajos
y la miel nos amarre
a las tercas costumbres
lo único cierto es la despedida
La frontera de lo irreal
“Piedad para nosotros, los que exploramos
en la frontera de lo irreal”
G. Apollinaire
a Ivo Maldonado, por supuesto
Por nosotros
los que vemos mariposas en las llagas de los bipolares
de los parias, de los leprosos
con una amapola en celo en cada úlcera; desahuciados
que se arriman con su tarrito a las vitrinas
donde nada podría consolarnos
los que bajo la escarcha hurgamos la leyenda perdida
el cuento con un final abierto, un haikú
para, quizá, por última vez sentirnos jóvenes,
llenos de bellos ideales
por nosotros
los que de cada aliento en la cuesta del camino
hacemos un refugio, una sombra, una cascada
aunque estemos inconcientes en el furgón de los rondines
aunque estemos bajo los efectos del valium 10
los que agobiados por la soledad
esperamos en la esquina la presencia de un ángel
que nos diga la hora porque aquí, en esta residencia
sin paredes ni puertas ni ventanas
todos los relojes están malos
por nosotros
los que siempre nos vamos cuando la fiesta empieza
y se agitan las niñas y la música sube su voltaje
y los dandys y los bacanes con sus neologismos
creen que ya olvidamos los secretos de familia
los que nadie reconoce en ninguna historia de amor
en ninguna estrella fugaz ni eclipse ni zodiaco
(mejor; así pasamos piolas por los barrios místicos)
por nosotros
los que perdimos el tiempo sentados en la cuneta
despulgando un oso de peluche
los que insomnes captamos la presencia de otra luz
en ese instante en que los murciélagos nos rondan
y las balizas encandilan la inocencia del mallete
y del árbol de la sabiduría se esfuman las manzanas
por nosotros
sólo por nosotros
la dama pasea su perrito
los gorriones parecen tan humanos
el paisaje se oculta en las costumbres
y el jubilado con su pucho bajo un alcornoque
hace figuras, fantasmas, argollas en el aire
por donde mi hija, al fin, asoma sus ojitos…
Por nosotros
sólo por nosotros
el mundo acaso mañana sea hermoso
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