Un día en el callejón
del País de las Hadas
Mi gran corazón ha vuelto a latir.
No hay bandera más roja que lo alimente.
Su sed es una Bóveda Imperial
en el Templo del Cielo.
Desde ahí practica Tai
Chí o juega al póker chino
con su caligrafía de agua en la Ciudad Prohibida.
Un pequeño me saluda en Plaza
Tiananmén.
Mi gran corazón ha vuelto a sonreír.
Cinco mil años pasaron desde entonces.
Todo el techo decorado con rugido de dragones.
Hay que caminar por el Templo
de La Nube Blanca
y huir de las nevazones, para encender la bicicleta
de madera, en el Callejón
de La Pagoda de ladrillos.
Mi gran corazón ha vuelto a estremecerse
con el puño del principio fundamental.
Diario de un loco de
Luxunn.
La danza de la dinastía Tang, los palacios de la dinastía
Ming.
El sonido de la flauta de juncos, el violín de dos cuerdas,
la guitarra en forma de media luna.
El aniversario de Guahín, la diosa budista de la
Misericordia.
Mi gran corazón ha vuelto al ocho infinito.
Beijing es una ola de fuego entre fantasmas errantes.
Fotografía: Badaling, Gran Muralla, República China, Noviembre, 2015.
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