miércoles, 10 de noviembre de 2010

Gloria Fuertes "Poesía ignorada"


Gloria Fuertes; Nació el 28 de julio de 1917 en el madrileño barrio de Lavapiés en el seno de una familia humilde, de madre, costurera y sirvienta, casi muere en el parto, tal como ella misma refleja en los versos de una de sus « autobiografías». Debido a la profesión de su padre, portero, la familia cambió varias veces de residencia en Madrid. A los tres años ya sabía leer y a los cinco escribía cuentos y los dibujaba. Luego los cosía con hilos para encuadernarlos.
Se movía por Madrid en bicicleta, con una falda-pantalón diseñada por su hermana y con corbata, compraba libros a hurtadillas en la cuesta de Moyano y se ocultaba para escribir y leer en la portería donde trabajaba su padre a escondida de su madre.
De su obra se destacan los libros «Poesía ignorada» en 1950, «Aconsejo beber hilo» 1954, y «Poeta de guardia» 1980. Falleció en noviembre de 1998.

Autobio

Nací a muy temprana edad.
dejé de ser analfabeta a los tres años,
virgen, a los dieciocho,
mártir, a los cincuenta.

Aprendí a montar en bicicleta,
cuando no me llegaban
los pies a los pedales,
a besar, cuando no me llegaban
los pechos a la boca.
Muy pronto conseguí la madurez.

En el colegio,
la primera en Urbanidad, Historia Sagrada y Declamación.
Ni Álgebra ni la sor Maripili me iban.
Me echaron.
Nací sin una peseta. Ahora,
después de cincuenta años de trabajar,
tengo dos.

Autobio

Mi niñez y juventud
fue de ataúd,
fue injusta y dura
(y no me hizo dura).
Y veo que hay gente,
que su vida fue cómoda y blanda
y son duros y agreden.

Autobio

Pronto me di cuenta
que era una errata eso
de que los niños venían de París.
A los seis años cambié la ese por erre.
Los niños vienen de Parir
-escribí en la pizarra de las monjas-.
Y me echaron.

Autobio

Cuando yo nací,
el padre de servidora
ganaba al mes,
lo que mi limpiadora
gana ahora a la hora.

Éramos nueve hermanos,
quedamos tres,
-los más fuertes-

La mayoría de mis hermanitos
murieron de mortandad infantil
o de guerra civil.

Autobio

Os digo en prosa:
Nunca pedí dinero,
comida, sangre o ropa.
Empecé a trabajar de niña de niñera.
Fui criada de mi casa propia.
(Yo misma fui mi primer muñeca.)

Luego de mayor,
lo único que pedí prestado
fue amor,
lo devolví con creces,
hoy estoy arruinada.

Auto

No quiero irme del todo
de mi infancia,
porque mi infancia no era la infancia
de los niños de ahora.

Autobio

Yo empecé en esto de inventar,
muy pronto,
mire usted, señor periodista,
cuando se me ocurrió el primer poema,
me caí de la cuna de risa.

Auto

-Desde los quince años vivo del libro.
-¿Ya escribías?
-No, vendía los libros que robaba.

Autobio

Yo era feliz cuando era niña.
Cuando llevaba los zapatos rotos
y el corazón entero.
Después…
ya todo roto.

La isla ignorada

Soy como esa isla que ignorada,
late acunada por árboles jugosos,
en el centro de un mar
que no me entiende,
rodeada de nada,
—sola sólo—.
Hay aves en mi isla relucientes,
y pintadas por ángeles pintores,
hay fieras que me miran dulcemente,
y venenosas flores.
Hay arroyos poetas
y voces interiores
de volcanes dormidos.
Quizá haya algún tesoro
muy dentro de mi entraña.
¡Quién sabe si yo tengo
diamante en mi montaña,
o tan sólo un pequeño
pedazo de carbón!
Los árboles del bosque de mi isla,
sois vosotros mis versos.
¡Qué bien sonáis a veces
si el gran músico viento
os toca cuando viene el mar que me rodea!
A esta isla que soy, si alguien llega,
que se encuentre con algo es mi deseo;
—manantiales de versos encendidos
y cascadas de paz es lo que tengo—.
Un nombre que me sube por el alma
y no quiere que llore mis secretos;
y soy tierra feliz —que tengo el arte
de ser dichosa y pobre al mismo tiempo—.
Para mí es un placer ser ignorada,
isla ignorada del océano eterno.
En el centro del mundo sin un libro
sé todo, porque vino un mensajero
y me dejó una cruz para la vida
—para la muerte me dejó un misterio.

Se suicidó el dictador

Se suicidó la estatua del dictador.
La estatua vivía en el centro del estanque.
Una noche de viento
la estatua se lanzó al agua.
La estatua del dictador
murió ahogada.
Sólo las gaviotas la echaron de menos.

Aunque nos muriéramos al morirnos

Aunque no nos muriéramos al morirnos,
le va bien a ese trance la palabra: Muerte.
Muerte es que no nos miren los que amamos,
muerte es quedarse solo, mudo y quieto
y no poder gritar que sigues vivo.

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