martes, 13 de abril de 2010

Yannis Ritsos; El gran poeta griego olvidado



Yannis Ritsos nació en Monemvassia, en la costa este del Peloponeso griego, el 1 de mayo de 1909 y murió en Atenas en 1990. Pertenecía a una acomodada familia de terratenientes, venida a menos. La infancia de Ritsos está marcada por este declive económico y por la desgracia familiar que supone la muerte de su madre y de su hermano mayor, además del posterior internamiento de su padre, y más tarde de su hermana, por sus problemas mentales. La decadencia económica de la familia le lleva a desempeñar los más variados oficios: mecanógrafo, copiador de documentos legales, bailarín, actor, corrector de estilo, periodista.

A estas vicisitudes, el poeta debe sumar su propia precaria salud, ya que sufre tuberculosis durante dos periodos de su vida, y posteriormente hubo de combatir contra el cáncer. A consecuencia de la tuberculosis pasó un periodo internado en un sanatorio, y a la salida del mismo, en 1931, se afilió al Partido Comunista. Su compromiso político y social caminará ya siempre en paralelo a su dedicación literaria y poética, en absoluta simbiosis. Sus dos primeros libros, “Tractor” (1934) y “Pirámides” (1935) aúnan la esperanza en la fe en el futuro y la utopía con una desesperanza personal muy profunda.

En 1936 publica “Epitafio”, donde da formas nuevas a la expresión popular griega. Se trata de un largo poema que canta el dolor de una madre y los sentimientos del pueblo, provocados por las diez víctimas de la violenta represión de los mítines obreros de Salónica de aquel mismo año. Mucho más tarde, en 1960, los versos de Epitafio serían musicalizados por Mikis Theodorakis, y resultarán el detonante de la revolución cultural griega. Sin embargo, en el momento de su publicación “Epitafio” fue perseguido y sufrió la pública quema de ejemplares, debido al clima de represión del régimen dictatorial de Metaxas. Ritsos hubo de refugiarse en una creación de signo onírico y surrealista, por la que canalizar la angustia personal: “Canción de mi hermana” (1937), “Sinfonía de primavera” (1938).

En los años siguientes sigue publicando: “Vigilia” (1941-53), “Vieja mazurca a ritmo de lluvia” (1942), “La dama de los viñedos” (1945-47), “Distritos del mundo (1949-1951) y Romiossini (1954). “Distritos del mundo” da cuenta de los horrores vividos en Grecia con motivo de la guerrra civil. En ese periodo Ritsos fue confinado durante cinco años (los dos últimos de la guerra civil y los tres primeros del gobierno supuestamente democrático de Papagos) en campos de concentración en Limnos, Efstratios, Ayios y Macronissos.

En 1954, Ritsos se casa con Falitsa Yeorgiadis, con quien tiene una hija un año más tarde, a la que llamaron Elefcería, o sea Libertad. Falitsa será el principal sostén económico de la familia hasta la década de los setenta, cuando Yannis Ritsos empieza a ser reconocido internacionalmente en su labor poética.

En 1956 publica “Sonata a la luz de la luna”, su gran obra de madurez, por la que recibe el Premio Nacional de Poesía. Después sigue publicando “Cuando viene el extraño”, “La vieja mujer y el mar” y “La casa muerta” (1959-1962), donde utiliza largos monólogos inspirados por la mitología y las tragedias clásicas. Es una época de gran creatividad, pero de enorme desgracia personal pues la Junta militar griega de la Dictadura de los Coroneles lo deporta a Yaros y Leros. Su quebrantada salud obliga a ingresarlo en un hospital de Atenas, y luego la Junta lo mantendrá confinado en arresto domiciliario en Samos. Ello no impide que Ritsos publique Perséfone (1965-1970), Agamennon, Ismene, Ajax, Chrysothemis, etc.

Durante los años siguientes Yannis Ritsos añadirá a su rica producción poética la publicación de novelas, unidas bajo el título común de “Iconostasio de los Santos Anónimos” (1983-85). Su último libro fue “Tarde en la noche” (1987-1989), que destila tristeza, conciencia de pérdida, pero también una gran esperanza en la creatividad y en la vida.


Selección de poemas correspondiente al libro “18 Canciones de la Patria Amarga”.

La Construcción

¿Cómo se construirá esta casa,
quién pondrá las puertas?
¿Dónde están las escasas manos
y las pesadas piedras?

¡Calla! Las manos en el trabajo
se fortalecen y se multiplican;
y no olvides que toda la noche
ayudan también los muertos.

Segundo Bautizo

Las palabras humildes se bautizan
en la amargura y el llanto,
echan alas y vuelan:
son como pájaros que trinan.

Y esa palabra secreta,
la palabra de la libertad,
en vez de alas lanza una estocada
que rasga los aires.

Conversación con una flor

- Cicládico cyclamen
en la grieta de la roca,
¿dónde has hallado colores con que florecer,
dónde tallo en que mecerte?

- Dentro de la roca he recogido
gota a gota la sangre,
he tejido un pañuelo rojo
y ahora ovillo el sol.

Espera

Todavía con la espera
se agrandan las noches,
el canto echa raíces
y crece como un árbol.

Y si aquellos que están en prisión,
aquellos que están en el exilio
intentan un amargo lanzar ay
le brota una hoja al álamo.

Pueblo

Un pueblo pequeño y guerras
sin espadas y balas
por el pan de todo el mundo,
la luz y la canción.

Bajo su lengua guarda
lamentos y vítores,
y si comienza a cantar
se quiebran las piedras.

Conmemoración

En un rincón está de pie el abuelo,
en otro sus diez nietos,
y en la mesa nueve velas
clavadas en el pan de hogaza.

Las madres se arrancan el cabello
y los niños callan.
Por el tragaluz la Libertad
observa y suspira.

No es suficiente

Humilde y taciturno
admiraba la creación,
y al fulminarlo el rayo
como un león lanzó un bramido.

Ahora con su voz no es suficiente,
no es suficiente con su maldición,
para decir lo justo
le hace falta un fusil.

El Cyclamen

Un pajarillo rosado
atado con un hilo,
con sus rizadas plumitas
al sol aletea.

Y si lo observas una vez
te sonreirá,
y si lo observas dos y tres
comenzará una canción.

Epitafio

Al valiente que cayó
con la cabeza alta
no lo cubre la tierra húmeda
ni el gusano lo toca.

Un ala en su espalda es la cruz
y lanzándose siempre a lo alto
se une a las poderosas águilas
y a los dorados ángeles.

El devoto

Aquí callan los pájaros,
callan también las campanas,
también calla el griego amargo
junto a sus muertos;

y en la piedra del silencio
afila las uñas
solo y desamparado,
devoto de la libertad.

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